
Vicente Taborda nació un 14 de junio en Gualeguay, Entre Ríos. Allí, en la tierra donde el fútbol se mezcla con el campo y las ilusiones, comenzó a soñar con vestir la camiseta azul y oro. Lo consiguió. Pero en Boca, más allá de algunos destellos, le faltó espacio, paciencia, y quizás, confianza.

Partió casi en silencio. Dejó atrás La Boca y se instaló en Vicente López, donde Platense apostó por él sin dudarlo. Lo que para algunos fue un descarte, para el Calamar fue un hallazgo. Y Taborda, que parecía marginado, se convirtió en figura. Fue el goleador inesperado, el símbolo de un equipo que supo reinventarse y soñar.
Hoy, en Santiago del Estero, Vicente puede adelantar su propio regalo de cumpleaños: levantar la Copa de la Liga ante Huracán. A once días de cumplir 23, Taborda está a un paso de tocar el cielo con las manos.

¿Desperdicio de Boca? Quizás. ¿Acierto de Platense? Sin dudas.
Y mientras en Gualeguay preparan la torta, en Vicente López se ilusionan con el festejo anticipado.
Porque el fútbol, a veces, tiene esas ironías.
A los que no tienen lugar en los grandes, les da el escenario más grande para demostrar que nunca dejaron de valer
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